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Análisis de Mount & Blade Warband

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Un trono con demasiados pretendientes

Mount & Blade Warband aterriza en consolas


a comunidad en consola ve desde la distancia cómo algunos títulos lanzados para la plataforma de compatibles no llegan a la calidez de su sistema. La mayor barrera, quizá, sean la escasa libertad que ofrecen respecto al ordenador; aunque en según qué géneros es el propio mando quien se postula como el máximo responsable. Sin embargo, durante la presente generación, cada vez más estudios dan el paso con el fin de abrazar la multiplataformidad. Esta corriente beneficia a ambas partes: tanto a la comunidad, como a los estudios.

El título que tenemos entre manos llegó el pasado 2010; parte de una franquicia exitosa en PC. En un primer momento puede extrañar una llegada tan tardía, pero lo cierto es que la sequía de este tipo de proyectos en consola le convierte en un juego atemporal. Me refiero al célebre Mount & Blade Warband. Muchos conoceréis de oídas la retahíla de historias que se ciernen en torno a su leyenda, sobre todo en lo que respecta al ámbito multijugador. Pero va más allá de eso, con una faceta para un jugador que atrapará a los sedientos de rol clásico.

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En busca del trono de Calradia

Conviértete en un líder capaz


Mount & Blade Warband es un RPG de lo más especial. Pese al protagonismo del mundo abierto, lo que acapara todos los focos son sus batallas multitudinarias. Nada más iniciar partida, iremos seleccionando un par de respuestas con las que moldear el pasado de nuestro personaje, lo cual repercutirá en sus habilidades, la afiliación a según qué facciones, sus primeros pasos y la notoriedad que sembrará entre sus amigos y enemigos. No es lo mismo ser un guerrero de noble cuna, que el hijo de un campesino. Tras acabar la ronda, tocará asignar los puntos a nuestra disposición entre la gran cantidad de habilidades en las que se dividen los personajes.

Construiremos a nuestro álter ego a través de tres arboles: atributos, habilidad y competencias. Dentro de cada una se ramifican en distintos los valores a elegir. Afectarán tanto a tu propia persona cómo al resto de tu ejercito y tu capacidad para liderarlos. Y por supuesto, a tu dominio de los diferentes tipos de armamento. Hay que elegir con extrema delicadeza qué has de subir, pues el progreso es lento y dificultoso; una mala decisión puede convertir tus primeros pasos en todo un infierno, y en este juego es crucial comenzar con buen pie.

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El combate es una de las señas de identidad por parte de Mount & Blade Warband. Existen séis tipos de armamento: Armas de una mano, de dos, de asta, arcos, ballestas y filos arrojadizos. Cada una de ellas tienen rasgos que definen cómo entablar el combate. Por ejemplo, si te especializas en monta, el uso de arcos y ballestas será más satisfactorio en el campo de batalla a lomos de nuestro fiel corcel. O si preferimos un combate más clásico, de espada y escudo, tendremos que mejorar el dominio de ambas cosas.

Se podría decir que estamos ante el sistema de combate más profundo que podemos encontrar hoy día. Influyen todo tipo de factores; geografía, inercia, velocidad, miembro impactado… Un duelo en Mount & Blade Warband es casi una partida de ajedrez; nos iremos curtiendo a base de derrotas. Sin embargo, pese a lo satisfactorio que resulta alzarse victorioso, no ha envejecido muy bien. Las animaciones no son todo lo fluidas que desearíamos, y en más de una ocasión nos la jugará en pleno combate. Las cajas de impacto son también un tanto extrañas cuando portamos un arma de filo o asta. Es de hecho en estas últimas cuando más errática resulta la experiencia. Parece que asestamos golpes al aire, y no siempre a la parte del cuerpo que deseamos.

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Nuestra meta en el Reino de Calradia es conciso: sentarnos en su mismísimo trono. Para ello, tendremos que lidiar con las facciones que luchan entre sí, ya sea uniéndonos a sus filas o bajo nuestro propio estandarte. Poco a poco iremos reclutando a nóveles guerreros de los poblados colindantes, quienes podremos instruir para aumentar sus capacidades. La gestión de nuestras filas es fundamental, pues el ser un líder conlleva una serie de responsabilidades. Para mantener la moral alta, nada mejor que nutrir a nuestro camaradas con constante alimento y paga. Cuantos más tengamos; mayor número de ambas requeriremos, por lo que tendremos que pecar de ambiciosos. No queremos que entren en rebeldía ante nosotros.

El mapa de Calradia se muestra desde un punto poco detallado. Nuestras movilidad por ella se ve representada con nuestra figura, donde irán incluida toda nuestra tropa. Nuestro objetivo es ir consiguiendo notoriedad con el término de tareas secundarias de las ciudades neutrales o amistosas y entrando en combate contra aquellos que pongan en peligro nuestra integridad. Servir a un Lord puede llevarnos a entrar en enemistad con sus enemigos directos. No podremos ir ofreciendo nuestros servicios a la ligera.

Una vez en el campo de batalla, se desplegará el número de soldados que pertenezcan a ambos bandos. En el menú principal hay límites de personajes en pantalla; un valor alto puede llevar a una tasa de imágenes por segundo inestable, por lo que si lo mantenemos bajo, nuestras filas en reposo se unirán al combate progresivamente a modo de refuerzos. Las batallas son bastante caóticas, y la inteligencia artificial brilla por su ausencia. Practicamente ganaremos todos los combates si tenemos un número de soldados superior, igual o un poco inferior respecto a nuestro adversario.

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Pese a que podemos dirigirlos a través de un menú de ordenes, hacerlo en pleno bullicio de violencia se torna una tarea muy poco accesible. De hecho, el paso entre menús es tosco debido a las limitaciones del mando frente a un teclado y ratón. Pese a todo, he de reconocer que son bastante divertidos una vez conoces sus mecánicas. Estos problemas resultan palpables durante los asedios a las ciudades o castillos enemigos. Ya sea a través de una escalera o torre de asedio, todos los aliados y enemigos van en grupos como si de una colmena se tratara, lo cual deja la estrategia en un segundo y tercer plano.

Aunque sin duda alguna, donde Mount & Blade Warband brilla por si sólo es en el ámbito multijugador, la verdadera razón de la existencia de Mount & Blade Warband. Con un máximo de 32 jugadores haremos frente a conquistas, defensas de territorio o un simple combate junto al resto de jugadores humanos o controlados por la inteligencia artificial. La ausencia de mods en la versión de consola cortará las alas para aquellos que quieran adentrarse en profundidad, pero si consigue reunir una parte de la comunidad que tiene en ordenador, tened por seguro que será una experiencia fresca y divertida.

El tiempo pasa factura

Seis años pesan… y mucho


Como decía con anterioridad, si ya durante el combate se siente el paso de los años, esta sensación se extiende durante el resto del juego. Algunos diálogos dejan lugar a equívocos; hay misiones, de hecho, en donde las respuestas son bastante confusas. Tampoco existen lugares donde poder conocer al menos las mecánicas del juego. El tutorial reside en una misión de tres fases que cierne más incógnitas sobre el jugador. No lo calificaría de un juego muy denso, pero necesita mucho bagaje para comprender, en parte, los entresijos del juego.

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No me refiero a cuestiones en donde la habilidad sea la que marque la diferencia. Yo hablo de, por ejemplo, cómo asediar por mi propia cuenta un castillo, o cuando podré mejorar mis habilidades. Los menús tampoco son accesibles; requieren de demasiados pasos para realizar la más mínima acción. Le ocurre lo mismo que a los diálogos: las opciones no son claras, dejando al jugador con la experimentación como la única opción viable para conocer lo que hay detrás de cada una.

Pese a todo, Mount & Blade Warband es un juego divertido y que engancha a poco que te guste la acción medieval. La cúspide del juego son los combates, concretamente en el modo multijugador. Puede ser una gran opción a tener en cuenta para todos aquellos que quieran introducirse en la saga antes de la llegada de Bannerlord.

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