Perdido en un mar de dudas
Un barco, un machete y mucha paciencia
as islas son lugares traicioneros; la sensación de reclusión es incómoda, los recursos son limitados y si quieres sobrevivir necesitas unas nociones de supervivencia básicas. Si encima están plagadas de enemigos que te quieren muerto, mapas confusos que pueden volverte loco y no sólo una isla, sino montones de ellas, la cosa se complica aún más. Lost Sea tiene todo esto, y más. Necesitaréis paciencia para embarcaros en este viaje, pero lo bueno es que el barco viene de serie.
Lost Sea es un roguelike de acción de vista isométrica y de muerte permanente. Nuestro personaje, que elegiremos entre varios hombres o mujeres, es un superviviente de un accidente de avión. Poco después encuentra al primer superviviente, que le explica la situación y se convertirá en una de nuestras mejores herramientas para sobrevivir. Sin entrar en muchos detalles de la historia, nuestro objetivo es salir de una pieza del lugar, y para ello tendremos que visitar montones de islas, desbloquear habilidades e incluso luchar con varios jefes finales. Hay cinco zonas distintas, cada una con un gran número de islas. Cuando completamos una zona, ésta se desbloqueará, y si morimos podremos empezar desde la nueva zona.
El mapa es uno de los principales problemas del título. Está dividido en fragmentos que se generan y unen aleatoriamente mientras avanzamos. Pero aunque sean aleatorios, después de jugar unas pocas partidas se empiezan a ver las costuras; repeticiones de algunas zonas de forma demasiado constante. Y teniendo en cuenta que hay enemigos que salen solo en un tipo determinado de zona, esto condiciona la jugabilidad. Avanzar por el mapa se hace confuso, en gran parte por la cámara, mal posicionada, y por la falta de minimapa, que obliga a pausar e iniciar el juego decenas de veces. Estos problemas, si no se dieran a la vez, serían minucias, pero como si lo hacen son verdaderos obstáculos que limitan la diversión y rompen el ritmo.
Para poder movernos de isla en isla tendremos que buscar y transportar hacia nuestro barco unas tablas de piedra. Cuantas más llevemos, tendremos más posibilidades de llegar un poco más lejos. La jugabilidad del título es muy simple; tenemos un solo botón de ataque que nos servirá para deshacernos de los enemigos. Estos enemigos nos proporcionarán experiencia, que a su vez gastaremos en nuevas competencias como ataques más poderosos o una habilidad para esquivar —entre otros—. También necesitaremos recolectar monedas de oro, que encontraremos en cajas a lo largo de nuestros viajes. Haremos uso de ellas para desbloquear varias mejoras, pero relacionadas sólo con nuestro barco y no con el personaje.
Todas estas mejoras facilitan el juego, pero esto crea un problema bastante serio. Avanzar sin las mejoras es prácticamente imposible, ya sea porque no se tiene la suficiente vida o porque no se ha desbloqueado aún la habilidad de esquivar, entre otras muchas razones. Por lo tanto, al morir es prácticamente imposible empezar desde cualquier zona que no sea la primera o la segunda. Dar la opción de evitar algunas de las zonas carece de sentido si éstas tienen un nivel demasiado avanzado para el jugador. Y sabiendo que se tarda bastante tiempo en subir de nivel de nuevo, esto puede desmotivar al jugador. No hay sensación de mejora, algo importante en los roguelike para poder mantener la llama del juego viva durante más tiempo. Es cierto que al morir nos dan una pequeña cantidad de oro y experiencia por cada tabla recolectada, pero se queda en nada al comenzar una partida nueva.
Para ayudarnos a acarrear las tablas se unirán a nosotros otros supervivientes, que tendrán hasta cuatro diferentes aptitudes. Algunos nos darán bonificadores de daño al estar cerca, otros podrán abrir cofres o fabricar puentes. Estos supervivientes son fundamentales para perdurar en las islas; sin ellos para ayudarnos con las tablas tardaremos mucho más, pudiendo caer en más trampas de los enemigos. Hay algunos que incluso nos proporcionarán una vida extra al morir. El problema es que en los niveles altos estos personajes mueren demasiado fácilmente, incluso antes de que tengan tiempo de hacer uso de cualquiera de sus habilidades. Además de que la inteligencia artificial brilla por su ausencia; hay veces que los personajes se quedan atrapados en alguna esquina y al alejarse de nosotros el propio juego los dará por muertos.
Gráficamente hace uso de una estética animada, donde los bordes de los objetos y personajes están rodeados por gruesas líneas negras, perfectas para tapar pequeñas imperfecciones —de las que el título tiene varias—. La banda sonora, por su parte, hace gala de varios temas para cada zona. Es agradable al comienzo, pero se hace repetitiva al cabo de varias partidas. El sonido es pobre, los efectos son poco variados, e incluso hay algunos que no parecen adecuados para la situación. En general, todo necesita un lavado de cara para llegar a ser notable.
En conclusión, Lost Sea es un juego que tiene buenas ideas, y que, con un poco de trabajo, podría llegar a funcionar realmente bien. Es divertido, y si avanzas sin morir lo suficiente se convierte en una agradable experiencia. Pero al morir es como si te golpearan con un mazo en el pecho. No hay razones suficientes para empezar una nueva partida, y la sensación de repetición se va haciendo más y más pesada, hasta el punto de abandonarla. Y es una pena, porque con un sistema diferente, y con ciertas mejoras podría llegar a ser una propuesta muy interesante.
La entrada Análisis de Lost Sea aparece primero en Games Tribune Magazine.