Análisis Doom
Versión analizada: Xbox One
a resurrección de franquicias clásicas se está convirtiendo en una práctica estándar durante los últimos años. Pero el título que tenemos entre manos juega en otra liga, es uno de los padres del género shooter y parte activa de la historia del videojuego. Con una tercera parte moderna que dejó contrastes de sensaciones en sus seguidores, la actual id Software se enfrenta a un reto apasionante a la par de dificultoso: llevar a sus fanes de vuelta al infierno en pleno 2016.
Doom llega a nuestros hogares con más dudas que expectación. La modernización de la formulas jugables es uno de los grandes miedos dentro de comunidades tan longevas como esta. Tenemos precedentes que nos alejan de la esperanza, como el cambio drástico de la filosofía Halo de manos de una compañía que no conoce cómo poder enderezar su rumbo, o la corriente de opinión en constante choque de un Wolfenstein más moderno que clásico.
Pero las incógnitas ya están resueltas. Desde la compañía han querido dividir la experiencia Doom en tres grandes vertientes: Campaña, Multijugador y SnapMap. Un tridente a todas luces ganador que satisface en un primer momento todas las exigencias del usuario. ¿Experiencia en solitario? A la campaña de cabeza. ¿Experiencia online con carácter arena? El multijugador es tu recreo. ¿Quieres crear y compartir con el resto del universo tu propia visión de Doom? El SnapMap te ofrece las herramientas adecuadas. Con dicha división viajarás a lo largo del texto.
Infierno en solitario
La campaña es la experiencia principal para cualquier aficionado a la saga. Lo extraño de todo el asunto es la tan poca presencia de la misma durante la campaña publicitaria del juego. Más allá de su presentación durante el pasado E3, apenas hemos podido observar más material de ella. Las grandes pruebas que llegaron al público se basaban en su integridad en el apartado multijugador, pero dejemos eso para más tarde.
Una vez comencemos nuestra andadura, resalta a la luz las intenciones de la compañía. A los 30 segundos de iniciar partida ya nos encontramos matando demonios que pululan por las estaciones de Marte. Hay que dejar atrás lo vivido en la tercera entrega, este Doom vuelve a la senda macarra y sin pretensiones que alzaron a sus antecesores como imprescindibles del género. El carácter clásico persiste tanto en la jugabilidad como en el diseño de niveles.
Presentado el juego en sociedad, algo nos llamó la atención. Además de la tan notoria presencia de recursos jugables como las ejecuciones para acabar con nuestros enemigos, la velocidad del personaje no era quizá la más adecuada para un shooter de estas características. Afortunadamente, desde id Software tomaron nota del feedback proporcionado por la comunidad, de forma que ha sido subsanado con completa precisión.
Muchos recordarán aquellos míticos shooters de finales de siglo XX, y no podemos obviar la comparación con el actual Doom. El equipo de diseño se ha basado principalmente es las directrices de aquellos títulos. La simpleza jugable ha sido la base con la que construir un control que responde a la perfección a nuestras acciones. Lo mismo ocurre con las mecánicas relativas al control de nuestras armas… el denominado gunplay.
Por ello, la acción es fluida y no se detiene por ningún factor externo. Podremos llevar un nutrido arsenal de lo más variopinto sin necesidad de estar sujeto a ninguna restricción de inventario, además de poder cambiar de arma sin pausar la acción. Aunque quizá, una base tan clásica se vea afectada por varios añadidos modernos… estar en pleno 2016 le ha pasado factura para bien o para mal. Principalmente las ejecuciones y en menor medida la escalada automática que bien pudimos sufrir en Halo 5: Guardians.
Una vez infligido una determinada cantidad de salud, los enemigos quedan paralizados para que, a continuación, les demos el golpe de gracia. Las famosas ejecuciones, que simplemente son animaciones viscerales y que nos reportan una pequeña cantidad de salud o munición. Antes de estar a los mandos del título, podríamos pensar que rompen el ritmo de la acción, pero nada más lejos de la realidad. Aunque pasadas las primeras horas de jolgorio, se tornan un tanto cansinas.
Sensaciones parecidas comparte la escalada automática. Los niveles comparten una gran verticalidad –más de lo que podríamos desear– por lo que siempre tendremos que tirar de la escalada para sortear nuestros obstáculos. Pero claro, un automatismo de este calibre nos lleva a navegar por aquellos lugares donde la compañía quiere que estés. Estás sujeto a una prohibición absurda, máxime con el carácter de la vieja escuela tan arraigado que pretende transmitirnos el presente Doom.
Aun así, la mayor sorpresa que nos podía deparar Doom ha sido el fantástico diseño de niveles. Acostumbrados a los shooters modernos desarrollados por pasillos donde el ritmo lo marcan las exigencias de guión, nos encontramos con niveles cada vez más amplios a medida que avanzamos en la aventura. Los diseños se rigen por la exploración, tanto para la búsqueda de objetos clave con los que progresar, como para el hallazgo de secretos y demás coleccionables.
De hecho es una de las mayores similitudes que comparte con sus antecesores, lo cual alegrará a más de un seguidor de la franquicia. Pero la exploración no es banal, el juego nos empuja a buscar dichos objetos con los que desarrollar a nuestro personaje, así como también el armamento a nuestra disposición. Por ello la compañía ha introducido una serie de puntos con los que adquirir nuevas habilidades a ambos sectores. Por ejemplo: Sufrir menos daño con nuestras armas, poder escalar más rápido, etc.
Como es normal, el juego sigue un hilo conductor de hechos que se nos narran a través de conversaciones de los distintos personajes en nuestra interfaz y de pequeños hologramas que completan las piezas que faltan en el puzle. La trama no es nada del otro mundo, careciendo de interés. Pero lo cierto es que nos da exactamente igual, no es algo achacable pues en ningún momento busca adornos que desvían la atención de la acción. Nosotros sólo queremos matar a todo aquél que se cruce en nuestro camino,
Sin duda la campaña de Doom es una experiencia que saciará la sed de más de un amante del género. Durante las 14 horas de duración en la primera pasada –aumentada a las 20 con facilidad si nos centramos en la recolección completa de los secretos– nos veremos envueltos en una carnicería endemoniadamente divertida. Y es que no hay nada más divertido que luchar cara a cara contra las ingentes oleadas provenientes del mismísimo infierno. Y sobre todo con una gama de dificultades que se ajustan a la gran mayoría de exigencias.
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